Un entorno para la experimentación virtual con modelos computacionales basados en sistemas P
Licencia: Creative Commons (by-nc-nd)
Autor(es): Valencia, Luis
En un principio problemas muy concretos, como huir de un peligro inminente, buscar un alimento en un momento dado o resguardarse del frío para continuar ejerciendo sus funciones vitales hasta nuevo aviso. Pero para avanzar en ello, es necesario plantear posibles estrategias que ayuden a resolver los problemas de manera general, no para cada caso particular, y para ello es conveniente dotarse de las mejores herramientas posibles. Para solucionar toda esa clase de problemas, la evolución ha llevado a la Humanidad a acumular una base de teorías y experiencias, de reflexiones y vivencias, que le ha ido proporcionando cada vez un mayor conocimiento de los fenómenos, de los entornos y circunstancias, de los problemas a los que se enfrenta, de sus herramientas y de sus posibles soluciones. No todos los problemas son de la misma naturaleza ni se pueden atacar de la misma forma. Algunos de ellos pueden ser resueltos de forma mecánica; es decir, mediante un procedimiento sistemático que no requiera un conocimiento mayor del problema a resolver sino, más bien, unas habilidades para ejecutar unas tareas elementales. En ese sentido, cualquier entidad o máquina, viva o no, que sea capaz de llevar a cabo cada tarea o instrucción recogida en el procedimiento sistemático, será capaz de ejecutar la solución del problema resuelto de forma mecánica. Un avance muy sustancial en la resolución de problemas de este tipo, resolubles de manera mecánica, se produjo con la aparición de los ordenadores electrónicos en la década de los cuarenta del pasado siglo, sobre las bases sentadas un siglo antes por parte de Charles Babbage y Augusta Ada Lovelace, cuando la tecnología del momento aún no estaba preparada para materializar el diseño realizado a nivel conceptual. Este salto cuantitativo que supuso la irrupción de los ordenadores electrónicos, tuvo un impacto enorme en el siglo XX y continúa hasta nuestros días. Se espera que esta tendencia continúe, si bien desde 1983 sabemos gracias a un resultado de R. Churchhouse que la velocidad de los procesadores electrónicos tiene un tope que jamás podrán superar. Esa limitación se traduce en la imposibilidad práctica de resolver problema.
[Sevilla: 2015]
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