Una lectura más allá de las rejas

Hoy en día, se estima que alrededor de 11 millones de personas viven recluidas en instituciones penitenciarias en todo el mundo. En 2018 se calculó un promedio de encarcelamiento de 145 personas por 100.000 habitantes (Walmsley, 2018), de las cuales el 6,9 por ciento eran mujeres (Walmsley, 2017). Como consecuencia de un crecimiento rápido y constante en la población carcelaria a nivel global, y el consiguiente hacinamiento, la crisis de los sistemas penitenciarios se intensifica. Las instalaciones se encuentran con mayores dificultades para proveer condiciones adecuadas y propiciar un proceso de resocialización integral basado en los estándares internacionales (UNODC, 2018). Hay investigaciones que sugieren que cuando se permite que la ocupación de las cárceles sobrepase su límite, existe el riesgo de transformar lugares ideados para la rehabilitación de criminales en suelo fértil e incubadoras para su radicalización, incluso en ‘escuelas del crimen' (ibid.). Cerca de 7 de cada 10 personas que han sido encarceladas cometerán nuevamente un crimen, y alrededor de la mitad regresará a una cárcel antes de pasados tres años (Prison Studies Project, 2018). Estas cifras varían significativamente según el país, e incluso dentro de las mismas fronteras nacionales, si se tiene en cuenta que en un mismo país existen diferentes instituciones y sistemas carcelarios. Hay países y sistemas carcelarios con índices de reincidencia cercanos al 80 por ciento, al igual que los hay con porcentajes que no superan el 20. Dado que la reincidencia contribuye a que el crimen y la violencia continúen afectando a una sociedad, y, puesto que, por los gastos que implica el encarcelamiento, se asocia a un costo económico mayor, es prioritario mantener bajos los índices relacionados con reincidencias, e, igualmente, aprender de buenas prácticas.
[Hamburgo: 2022]

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